Trabajando con niños con dificultades específicas de aprendizaje. ¿Qué requisitos debe tener una intervención para estar basada en la evidencia? Algunos ejemplos.

La intervención basada en la evidencia en niños que presentan dificultades específicas en el aprendizaje de la lectura, el cálculo o la escritura (dislexia, discalculia...) constituye un constructo muy necesario y útil. Paradigmas como el de Respuesta a la Intervención (RTI) exigen, de hecho, que uno de los criterios para la detección de dichas dificultades sea que estas persistan en algún grado pese a intervenciones basadas en la evidencia que tratan de abordarlas (Fletcher, Lyion, Fuchs y Barnes, 2019).Sin embargo, ¿cuáles son los criterios que debe presentar una intervención basada en la evidencia? Hood (2003) establece una serie de requisitos que ha sido muy utilizada 1. La instrucción ha sido protocolizada. Esto viene a señalar que la forma de llevar a cabo la interacción con el niño ha sido descrita y se aportan suficientes indicaciones acerca de cómo llevarla a cabo. Un ejemplo reciente podría señalarse en las intervención de Holmes y Dowker (2013) para el abordaje de niños con dificultades en el aprendizaje de las matemáticas, donde se estructura y describe la sesión en tres partes: a) instrucción, b) ejecución y c) memorización. También estudios recientes como la intervención en la mejora de la capacidad de hacer inferencias (Hall, 2016), o las intervenciones para la mejora de la lectura (Lovett et al., 2017) que investigan y describen los aspectos instruccionales, anexando en este último caso la forma de llevar a cabo el desarrollo de la sesión, cumplirían este criterio. 2. La intervención ha sido evaluada a través de una investigación controlada. Suele exigirse que para que una intervención se considere basada en la evidencia el estudio del que proviene cumpla requisitos como: a) que la muestra esté aleatorizada, b) que hubiera un grupo control que no recibiera intervención, contrabalanceado en aspectos clave como edad, desempeño o inteligencia y c) que hubiera un tamaño de muestra suficiente. Suele nombrarse a este tipo de investigaciones con el nombre RCT (randomized controlled trial). Ejemplos de intervenciones controladas y aleatorizadas podemos encontrar para niños con dificultades en la comprensión lectora (Clarke et al., 2010), la escritura (Harris et al., 2012) y, por supuesto, además podemos encontrar meta-análisis para la intervención en niños con dislexia que sólo revisan estudios descritos como RCT (Galuchka et al., 2014). 3. Se han empleado medidas objetivas y estandarizadas para valorar la eficacia de la intervención. Todas las intervenciones anteriormente descritas presentan este requisito, al administrar pruebas estandarizadas que midan el progreso en la mejora de la precisión, la fluidez lectora, la comprensión, etc. Es importante no medir la mejora, únicamente, a través de instrumentos creados ad hoc por el investigador (que suelen ofrecer resultados mayores que las medidas estandarizadas). 4. La investigación ha sido replicada por diferentes equipos de investigación. Por ejemplo, son muchos los equipos de investigadores que han validado las intervenciones basadas en la instrucción de las regla de conversión grafema-fonema que incorporan trabajo meta-fonológico y práctica lectora en niños con dislexia (Galuchka et al., 2014). Un breve apunte Cabría añadir criterios específicos para niños con DEA como los que describen Fletcher et al., (2019) o Snowling y Hulme (2011), esto es, que la intervención se aplique a niños con dificultades específicas de aprendizaje y que describa teóricamente un nexo causal con la dificultad o los procesos deficitarios. Además, cabe decir que la intervención basada en la evidencia no supone que dichas evidencias sean inamovibles, que no queden mucho por conocer acerca de la mejor forma de atender a estos niños o que el profesional no pueda ajustar dichas intervenciones a su realidad,muchas veces cambiante y difícil. Constituyen, sin embargo, una base excelente desde el que orientar y construir nuestro trabajo. Clarke, P. J., Snowling, M. J., Truelove, E., & Hulme, C. (2010). Ameliorating children’s reading-comprehension difficulties: A randomized controlled trial. Psychological science, 21(8), 1106-1116. Fletcher, J. M., Lyon, G. R., Fuchs, L. S., & Barnes, M. A. (2019). Learning disabilities: From identification to intervention. New York: The Guildfor Press. Galuschka, K., Ise, E., Krick, K., & Schulte-Körne, G. (2014). Effectiveness of treatment approaches for children and adolescents with reading disabilities: a meta-analysis of randomized controlled trials. PloS one, 9(2), e89900. Hall, C. S. (2016). Inference instruction for struggling readers: A synthesis of intervention research. Educational Psychology Review, 28(1), 1-22. Harris, K. R., Lane, K. L., Graham, S., Driscoll, S. A., Sandmel, K., Brindle, M., & Schatschneider, C. (2012). Practice-based professional development for self-regulated strategies development in writing: A randomized controlled study. Journal of Teacher Education, 63(2), 103-119. Holmes, W., & Dowker, A. (2013). Catch up numeracy: a targeted intervention for children who are low-attaining in mathematics. Research in Mathematics Education, 15(3), 249-265. Hood, P. D. (2003). Scientific research and evidence-based practice. San Francisco: WestEd. Lovett, M. W., Frijters, J. C., Wolf, M., Steinbach, K. A., Sevcik, R. A., & Morris, R. D. (2017). Early intervention for children at risk for reading disabilities: The impact of grade at intervention and individual differences on intervention outcomes. Journal of Educational Psychology, 109(7), 889.

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